La docencia es la más grata virtud del profesional, es el reconocimiento silente a todos aquellos genios que desde la antigüedad, han dejado plasmada su obra en cada fórmula, en cada pared de sus consultorios, en los pasillos y salones de los viejos hospitales, en los anfiteatros y en los torreones de clase, para transmitir a las nuevas generaciones su saber y conocimiento. Mucho de ellos quedaron en el olvido, otros su nombre y escritos, con los avances de la tecnología, han sido desechados después de dejar una leve sonrisa de desconcierto o porque no de burla por la supuesta ignorancia; otros llenaron páginas imborrables en la historia de la Medicina, que hoy en día su imagen y en especial sus conceptos han perdurado en el tiempo.
Por todos ellos, en especial por quienes han dirigido en mi vida caminos de la academia y la investigación, es mi deber transmitir los conocimientos adquiridos a las nuevas generaciones, como muestra de respeto y lealtad a quienes me antecedieron, sembrar en cada uno de mis alumnos la misión de estudiar y profundizar en los temas que nos llenan, sólo con el fin de brindar al paciente bienestar y salud, independiente de la ganacia económica o el reconocimiento público; ésta labor engrandece siendo el mayor reconocimeinto que debemos recibir, dejando un legado que perdure en la histortia de la Medicina y en cada uno de ustedes, para que sean recordados en un futuro por su obra y valía.